- Un déja-vú, es la acción que hace nuestro cerebro al almacenar dos veces una misma idea en un plazo de tiempo muy corto. En realidad Maia, mientras tú oyes mi voz en un tiempo que sería presente, vas guardando mis palabras y las recuerdas en algo que sería pasado para ti. Pero si por un error, tu guardas la información en ambos sitios a la vez, te da la sensación de haber vivido ya éste momento.
Resultaba un poco difícil oír el tono suave de la voz de Lucas entre el murmullo de las olas. Era de noche y sin embargo no se veía la luna en ninguna parte, quizás detrás de ésa maraña de nubes que se había dedicado a repartirse cómo caprichosas manchas sobre el cielo. El aire olía a mar, y los cuatro amigos notaban la arena bajo sus pies descalzos. Qué oscuro estaba todo… A penas veía uno la cara de quién tenía al lado, el agua era cálida, les rozaba cuando las olas venían, y dejaba la arena negra al volver.
- Ímaginate por un momento, - Dijo para ponerle un ejemplo.-qué yo no conozco a Sara y tú me la presentas.
- Sois hermanos.- Se rió ella sacudiéndose el pelo castaño con la mano, ya que se removía por el viento y le tapaba la cara.
- Bueno sí.- Sonrió Lucas.- Pero podríamos no conocernos igualmente, ¿no, Sara? Pues bien, justo en el momento en qué me la presentas yo tengo un dejà-vú, y cómo lo ocurrido es para mi presente y pasado a su vez, yo tengo la clara impresión de qué realmente a Sara ya la conozco.
- Pero entonces, tener déja-vú no es nada bueno, ¿No?- Preguntó Sara en tono de preocupación.- Significa eso que cada vez que tenga la sensación de haber vivido ya algo o conocer a alguien mi cerebro no funciona cómo debería…
- Tampoco es tan malo ni extraño como parece, - Le respondió su hermano.- en realidad le pasa a muchísima gente, y más a menudo de lo que aprecían algunos.
Se quedaron los cuatro callados un momento, pensando en lo que habían oído. Al final del paseo marítimo, detrás del muelle, la luz del faro se reflejaba en el mar. Tiago cogió una piedrecilla y la tiró, haciendóla saltar ocho veces y dejándo círculos alrededor de aquél reflejo.
- Y no podría ser, - Dijo él con una sonrisa en los labios.- ¿qué realmente yo conociera al mismo Lucas dos veces?
- ¡Menuda mala suerte, si hubiésen dos Lucas!- Se burló Maia, apartándose el pelo otra vez, y Lucas le dio un pequeño empujón hacía el agua.
Tiago también se rió y después de tirar una segunda piedra siguió andando otra vez, poniéndose a un lado de Maia.
- No, no me refiero a eso. Si no, a vivirlo, y volver a ver cómo lo viví, tener la experiencia dos veces reales. Sólo eso.
- Uau, - Dijo Sara.- es más bien… No un cuerpo, sino una mente que viaja, cómo a través del espacio. Tan sólo viaja, y puede volver al pasado.
- ¿Cómo?- Le preguntó Lucas curioso.- Como algo que puede viajar, y ser expectador… ¿Pero no puede tocar ni ser visto?
- ¡Exacto! - Respondió Sara. Parecía que le hubiésen visto tanta lógica en un momento, que los otros dos pensaron que los dos hermanos ya habían tenido ésa conversación anteriormente, o quizás lo acababan de recordar. Aunque, realmente, a todos les venía de nuevo aquella reflexión.
- Oh, ya entiendo… ¿Sabes qué Tiago? Por un momento pensé… Si te referiéses a qué sí podrías… Actuar. Personalmente, si me veo que mi mente pasa a ser mi… Digamos el Lucas de ayer, o antes de ayer, ¿vale? Yo me veo, desde mis ojos, pero con la cabeza bien clara reconozco ésa imagen cómo la de éste jueves, veo que estoy con vosotras aquí en la playa y bien, vuelvo a vivir el mismo momento…
- ¿Cómo un deja-vú?
- Sí, más o menos, - reflexionó él hablando de prisa.- pero, ahora imagina, sólo por un momento… ¡Qué me puedo mover!
- Oh, morirías de miedo.- Respondió Maia en seguida.- Piénsalo de veras, viajas al pasado, en cuerpo y mente, podrías hacer cosas que lo cambiasen todo, y nada más tratarse de un par de días, en cuestión de horas, podrías haberlo cambiado todo de tal manera que hoy ya no estarías aquí, todo hubiése cambiado tanto que la persona que serías podría no ser la misma que eres hoy… ¡Es qué no sería la misma! Oh, vaya, hablar de ésas cosas me pone la piel de gallina.
- A mí también…- Dijo Tiago.
Se volvieron a quedar callados un momento. Habían llegado al final del paseo, dónde había un banco de piedra con el dibujo de un ancla dorado. El cielo se había despejado un poco, y las nubes dejaron el paso a unas pocas estrellas que poco a poco fueron más. Sonreían presumidas, alegres de qué aun quedásen cuatro jóvenes despiertos para contemplarlas.
- En realidad no sería así.- Le dijo Tiago a Maia, que con cara de no entender le preguntó nada más con la mirada.- Claro, si fuése únicamente él quien volviése al recuerdo de hace cuarenta y ocho horas, los demás seguiríamos haciendo nuestras vidas. ¿No? Sería… Quiero decir, no giraría todo a su alrededor, y nuestras personas ni siquiera se darían cuenta de ello, sería cómo dos realidades paralelas. Si por un caso… Se cruzásen, tendríamos ése caos del qué hablabas.
- Ah… Es verdad.
-
La chica se levantó, y observando cómo el rastro de sus mismas pisadas que había en la arena, desaparecía borrado por el mar, reflexionó en voz alta.
- A no ser que se tratáse de lo contrario de cómo ocurre un déjavú.- Ahora fueron los demás quien miraron a Maia curiosos.
- Que ocurriése, sin más, sin ocurrirle a alguien. – Dijo ella mirando al mar.- Qué mientras transcurre el presente, por un momento, lo qué debió estar en éste, se metiése por equivocación otra vez en lo qué fue su pasado. Y en realidad, así se repetiése sucesivamente…
No respondieron, aun imaginándolo. Entre reflexiones y más hipótesis, sonó un bostezo, y Tiago preguntó: - ¿Volvemos a casa?
No había casi nadie por la calle, a penas ellos veían unas siluetas al fondo del otro lado, donde estaba principio del paseo. Mientras volvían a casa, siguieron charlándo sobre ésas filosofías que compartían cada noche, durante los veranos que pasaban al pueblo. Les dejaban siempre el curioso regusto de una velada muy encantadora. Una vez hubieron llegado al otro lado, se dirigieron al edificio dónde estaban sus apartamentos. En el centro, había un patio interior común, con un pequeño parque infantil y una fuente rodeada de setos, desde allí cada uno tomaba su camino, Sara y Lucas hacía la escalera de la izquierda, Tiago la de de la derecha, y Maia la del centro. Se despidieron, quedándo para verse al día siguiente en la playa, y después cada uno se fue hacia su casa. Probablemente, cruzaron el rellano al mismo tiempo, cogieron el ascensor, y antes o después, los cuatro abrieron la puerta y con la luz apagada cruzaron el pasillo hacía sus habitaciones. Y, unos antes qué otros, pero todos y cada uno de ellos se encontraron ante la misma sensación de incredibilidad e incertidumbre, al descubrir que ya se habían metido en la cama.
Hacía cosa de cinco minutos.